Antonín Petrof: el piano y la historia de un emprendedor checo

 

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Antonín Petrof. Imagen: Petrof

Seguramente, más de una vez hemos entrado a una sala adornada con un piano. Y, probablemente, en alguna ocasión nos hemos topado con uno identificado con la inscripción “Petrof”.

En efecto, los pianos checos Petrof están por doquier y no gratuitamente. Abundan en el mundo de la música por su calidad y por su merecido prestigio. Pianistas como Duke Ellington y Oscar Peterson, así como Paul McCartney, quizás el Beatle vivo más popular, son amantes declarados de los Petrof. Y cantantes como el español José Carreras o el francés de origen armenio Charles Aznavour los aprecian, así como lo hacía el italiano Luciano Pavarotti, fallecido hace pocos años.

Para algunos, los pianos Petrof son verdaderos compañeros. Reporta Radio Praga que el afamado compositor checo Petr Malásek dice pasar más tiempo con el Petrof que con su mujer… Esperemos que la actriz Dana Morávková, su esposa, no sea muy celosa.

Ya son 140 años de historia y varios miles de piezas vendidas en todo el mundo. Fue Antonín Petrof el fundador de esta marca… y, según registra la historia, fue Josef Petrícek, carnicero y miembro de la alcaldía, el primer cliente.

La historia de Antonín es, con sus particularidades, la de muchos grandes emprendedores. Aprendió el quehacer del carpintero y el buen consejo de su tío Jan Heitzmann le llevó a los pianos. Le dijo que la fabricación de este instrumento era un negocio con futuro y decidió ir a Viena a aprender del asunto. Así se especializó en el arte de convertir madera y otras piezas en algo que hiciera música.

En 1874, abrió la primera fábrica en Hradec Králové, una bella ciudad ubicada a poco menos de dos horas en autobús de Praga. ¿Cuál fue su acierto? Aparte de la calidad, estaba solo y sin competencia en el mercado, pues los pianos se importaban desde Viena y eso los encarecí mucho. Una oportunidad de oro.

Las operaciones fabriles eran modestas, pues Antonín empezó su empresa con seis empleados. Sin embargo, era un hombre de visión moderna y estuvo entre los primeros en incorporar la iluminación eléctrica. Además de eso, llegó a ser proveedor de la Casa Real Austríaca y «fabricante de la Corte». Un honor. Rápidamente, el proyecto de Antonín Petrof se convirtió en algo grande. A inicios del pasado siglo ya era el fabricante de pianos más importante del Imperio austro-húngaro.

Luego de una vida de satisfacciones y logros, Antonín Petrof falleció en 1915 y la empresa fue heredada por sus tres hijos. Estamos hablando de más de 400 empleados y una producción de más o menos 2.300 instrumentos al año. ¿Los mercados? Europa, América del Sur, África del Sur, China y Australia. Pero la Europa de la primera mitad del siglo XX, sabemos, no fue de historias muy felices. El control y la ocupación nacionalsocialistas durante la Segunda Guerra Mundial fue terrible para todos los checos (en realidad, para los entonces checoslovacos). Y de eso no se salvó Petrof. La empresa fue forzada a fabricar cajas de madera para cartuchos… de la música a la guerra. Y después no le fue mucho mejor, pues terminada la tragedia bélica vino el comunismo y la empresa fue intervenida por el Estado. ¿Qué podía hacer la familia Petrof? Pues entregarla como tantas víctimas del arrebato de propiedades.

La marca no desapareció y, de alguna manera, pudo sobrevivir. Registra la historia que la familia no se resignaba a alejarse de sus pianos y, durante el comunismo, ocupó una casa muy cercana a la fábrica, literalmente a metros de ella. Claro que podían más o menos enterarse de los asuntos relacionados con la empresa, pero tenían terminantemente prohibido entrar a ella.

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Zuzana Ceralová – Petrofová. Imagen: Petrof

Luego de la caída del comunismo, cuando el país recuperó su libertad pasados los sucesos de la Revolución de Terciopelo en 1989, un bisnieto de Antonín Petrof llamado Jan fue nombrado gerente comercial de la empresa… los pianos volvían, de alguna forma, a estar cerca de quienes les dieron el nombre. Claro que las cosas no fueron fáciles. Jan trabajó por devolver la empresa a la familia, pero fue cuesta arriba. Cinco veces cambió de propietario y pasó aprietos económicos. Pero en 2001, una hija de Jan, Zuzana Ceralová-Petrofová, química de profesión, prefirió dejar los tubos de ensayo para relacionarse con los pianos, así como Antonín dejó la carpintería corriente para fabricarlos.

Zuzana, hoy presidenta de la compañía Petrof, consiguió sacar la compañía de su mala situación, eso sí, a costa de decisiones tristes y duras: despidos dolorosos, venta de bienes, entre otras cosas. Un 50% del personal fue reducido, pero no había otra salida. Sin embargo, la luz ya se ve claramente y actualmente tiene Petrof una filial en los Estados Unidos, el más importante de sus mercados. También se venden los Petrof en Canadá, Francia, Alemania e Italia y la fábrica cuenta con otras tres marcas, que son Weinbach, Rosler y Scholze.

Se lee en una buena nota de Radio Praga una declaración de la presidenta de Petrof: «Lo que más me alegra es cuando tras un gran concierto viene el pianista y me dice: Gracias, el piano ha sido estupendo». No hay nada más satisfactorio. Así que cuando vean un Petrof, recuerden la gran historia de trabajo, esfuerzo y creación que hay en cada una de sus piezas y en cada una de sus notas. Y recuerden también que está un checo ejemplar como Antonín.

Autor: Rafael Rincón – Urdaneta Zerpa